martes, 28 de julio de 2009

Futuros Arrepentimientos

Esta es mi primera composición en este blog, está un poco fuerte pero pueden aguantarlo, son cosas que pasan en la realidad y no hay razón para maquillarlas.


¿Yerma? Muy linda claro, es buena amiga y nunca espera nada. Es encantadora la forma en que mueve la boca, como torciéndola, cuando la incomodo con alguna de mis bromas. ¿Sola? no, ella no es como yo, tiene encanto y dulzura y eso le consiguió muchos hombres que se interesaban en tener algo con ella pero hasta que la conocí nadie ha conseguido algo serio. Yo sería incapaz de hacerle daño, solita tiene, se rasca las palmas cuando esta nerviosa, es desordenada y muy sentimental, pero es linda y frágil como una copa de cristal. Definitivamente ella es el amor de mi vida.

...Yerma esta deshecha hoy, un tipejo en la calle la humilló haciendole comentarios obsenos pero ella tiene la culpa por vestirse así, como mujer de la calle, no me gustó la idea pero tenía que aprender y yo le tuve que dar esa lección, es por su bien, lo mejor para ella y para mis hijos es que se vaya educando...

...Los vecinos vienen hoy y Yerma se ve hermosa, como nunca la habia visto, tal parece que los años de felicidad le caen de maravilla y tener visitas la hace feliz, también a mí, es la oportunidad de mostrarnos como somos: una pareja que se quiere... Es una infeliz, como se le ocurre decir semejante estupidez enfrente de los vecinos, parece que alguien necesita otra lección de obediencia... ¡No lo puedo creer! yo no pude haberle hecho eso, bueno es que ella se lo buscó por no respetar. Verla llorar siempre me derrumba, no es lo que quiero para ella, esta aterrada y creo que es por mi culpa, debería disculparme, me sobrepasé en la lección...

¡Qué buena suerte! Después de tantos años con este nuevo trabajo nos va cambiar la vida y tendremos lo que siempre soñamos, espera que se lo cuente a Yeermaa... ¿Qué hace con ese idiota? debe estarle contando de mí, ya me acusó, pero si le reventé la boca la última vez que lo intentó, esta de veras que no entiende... ¡Ya verás cuando lleguemos! a ver si se te quitan las ganas de andar hablando de más, yo ya no sé cuántas veces te voy a tener que educar... Creo que ahora si me pasé, no, por favor no, el Doctor dice que se puede morir, pero qué voy a hacer yo si se muere, no quiero perder a la persona que más he amado...

De Yerma ya casi ni me acuerdo, Flor si es una mujer de verdad, me da todo lo que quiero y a comparación de la otra, Florecita sólo necesita que la eduque dos o tres veces en el mes, hubiera deseado conocerla antes y así no desperdiciar mi juventud...

viernes, 17 de julio de 2009

Mi amigo Igor


No es una novedad ni me sorprende pero de todos modos se siente medio feo que te quieran tomar el pelo.

Hoy que tomaba mi lujoso transporte hacia Aequus Ingeniería se subió uno de esos vendedores de todos los días, de esos que dicen que traen las nuevas baterias de "Sansung Elet-tronics", que estan tratando de conseguir dinero para "solventar mis estudios" (porque hasta con palabra dominguera lo dicen) o bien, que vienen representando a tal o cual asociación civil. En esta ocasión se trató de un voluntario de la casa de adopción de perros *Mi Amigo Igor,
"una institución que cuenta con un predio de 5 mil metros cuadrados (de seguro el dinero era para pagar predial) tiene en su haber mas de 700 perros y que al no contar con el apoyo financiero de organización alguna se ven en..."
la necedad digo necesidad
"...de salir a vender estas cintas sujetadoras para el cabello que en centros comerciales y estaciones del metro tienen un precio de $10 a $15 pero yo se las ofrezco por la única cantidad de $6"
Mira que somos privilegiados los que preferimos al microbús contra los usuarios de metro, nos hacen descuento.

Ya terminado su discurso y para dejar claro que no se trata de fraude nos pasó los datos de la organizacion: página de internet y línea 01 800 (aquí sigue sin quedarme claro que hacen vendiendo liguitas si tienen para pagar eso) y por nuestra colaboración muchas gracias.

Como ya dije al principio, yo sé que no es la primera persona que lo hace ni la última que lo intentará pero esto definitivamente me da la razón en mi política de no dar un centavo a este tipo de gente aunque en algunos pocos casos sí se trate de personas que lo necesita.

Creo que los mexicanos son buen negocio, se tocan muy fácilmente el corazón y con mayor facilidad olvidan asi que si no la hago en alguno de mis proyectos de vida, definitivamente mendigar puede funcionar.

*Si abriste el vínculo pero no salió nada, no es problema de tu internet, la página no existe (es la dirección que nos dijeron).

jueves, 9 de julio de 2009

A todos nos ha pasado que, cuando las cosas no estan muy claras, desahogamos nuestras frustraciones con lo primero que nos encontramos. Lamentablemente en la mayoría de los casos dejamos huellas muy profundas en aquellos que reciben nuestra descarga, y lo que es peor nunca les podremos sanar por más que lo intentemos.


LA GATA COJA

—¿Me quiere usted contar —le dije a Delfina— por qué cuida tanto a esa pobre gatita coja?

—Es una historia —me contestó riendo— que le voy a referir a usted, aunque no es larga ni divertida.

Habíamos vuelto de Sevilla la Pepa y yo; la empresa que nos llevaba tronó a pocos días de estar allí. Eso sí, llevábamos una bonita contrata: siete pesetas, viajes pagados y un beneficio libre para el coro de señoras. El empresario era hombre de mucho empeño pero de pocos recursos. Hará cosa de tres años. Era el verano, y esperábamos pasarlo bueno, y sacando alguna ventaja, recorriendo las provincias.

Llevábamos un buen repertorio: De Getafe al Paraíso, La Canción de la Lola, Los Bandos de Villafrita, La Gran Vía..., vamos, la mar. Pero como decía, y decía muy bien el empresario, la empresa pone y el público dispone. Y porque la tiple no era bonita y desafinaba, o porque el barba era tartamudo, o porque la característica bizqueaba del ojo derecho, o por lo que Dios sabe, ello es que la compañía no cayó bien en Sevilla, y desde la primera representación el público empezó a meterse con nosotras, con el pretexto de que el tenor había metido la pata adelantándose a cantar cuando no le tocaba. En las primeras representaciones era un pateo que no había pieza que no reventaran; ya después no tanto, porque, como no había ni tres duros en la taquilla, tampoco había quien se metiera con nosotras. No hubo remedio; la empresa no nos pagó, y nos contentamos con que nos dieran un billete de tercera en el tren mixto para volver a Madrid, y con eso, y cinco duros que tenía la Pepa, y cuatro que yo había ahorrado, llegamos aquí, alquilamos un cuartito y comenzamos a buscar ajuste; pero ¡quiá! Como el verano estaba tan adelantado, todos los teatros tenían más gente que querían: ni en Felipe, ni en Recoletos, ni en el Príncipe Alfonso, ni en el Tívoli, que se había estrenado en esos días, pudimos encontrar colocación, y los nueve duros se habían acabado, y los equipajes desfilaban para la casa de empeños, y las papeletas abultaban más que el borrador de una comedia.

Se me había olvidado decir a usted que, al tomar el cuarto, nos encontramos con esa gatita, flaca y muerta de hambre; pero tan mona y tan cariñosa, que, como decía la Pepa, debíamos conservarla para que Dios nos ayudara; y el pobre animalito realmente tenía sangre ligera, porque comía con el mismo gusto el bacalao con patatas que nos sobraba del almuerzo, que las migajas de la libreta del desayuno, y hasta me parece que ella fue la que se comió un guante de cabritilla de la Pepa, que no pudimos encontrar.

Nos levantábamos muy tarde (después de las doce), y nos acostábamos muy temprano para no tener que hacer más de una comida; el dinero nos faltaba, pero el buen humor no llegaba a abandonarnos, y todas aquellas cosas nos causaban risa, porque, eso sí, tomarlo a lo serio era tocar a suicidarse.

Una mañana la situación se puso seria, y no teníamos ya ni qué empeñar, y era preciso comer aquel día. Pensando y meditando, ocurriósele a la Pepa vender una silla que el vecino de al lado nos prestó para que tuviéramos en qué sentarnos. La idea no era mala, y yo me comprometí a salir del paso.

Afortunadamente el vecino no estaba, porque era conductor de tranvías y no llegaba hasta la noche. Abrí la puerta, y me cercioré de que la escalera estaba sola; tomé la silla, bajé a escape, y no paré hasta la casa de un vendedor de muebles viejos, que me dio por ella dos pesetas. En seguida, a la compra; pan, vino, carbón y dos chuletas que me bailaban en la mano.

¡Con qué gusto me recibió la Pepa! Puse la compra sobre el bracero y entré a quitarme el mantón y a lavarme las manos, contando a la Pepa toda mi correría. Pero todos los males vienen por la lengua; nos pusimos a hablar como si no tuviéramos hambre, y al volver a la cocina, excusó decirle a usted lo que sentí al ver a la gatita comiéndose el último pedazo de las chuletas: sólo le digo que tan soberbio fue el golpe que di al infeliz animal, que desde entonces se quedó coja la pobrecita.


Vicente Riva Palacio

en Cuentos del General