sábado, 25 de febrero de 2012

La última carta

Hace muchos años que dejé escribir de esta forma, principalmente porque prefería contarte lo que había en mi cabeza para que me prestaras la atención que nadie más supo ofrecer jamás. Hoy viene a ser el día en que vuelvo a hacerlo, Dios querrá que no sea por alguna razón en particular, simplemente tengo la necesidad de decirlo pero no las ganas.

Esta mañana vi sobre la repisa en el estudio, que mucho tiempo fue el cuarto de nuestra hija, la gastada foto del día que nos casamos. Es la misma foto de la que guardamos el original intacto, sin embargo, sólo esta copia sabe hacerme recordar en sus raspaduras todo lo que hemos vivido juntos y también por nuestro lado.

La pobre foto me hizo reflexionar en las veces que intenté adivinar tu nombre, 6 meses, 1, 2 y hasta tres años antes de tan siquiera haberte conocido intenté ponerle un nombre a la que me acompañaría todo este tiempo, lo hice cada que conocía a alguien y lo más curioso es que cuando te conocí a ti dejé de preocuparme por intentar saber cuál sería su nombre.

Me es difícil saber si ya tenía claro como tendría que ser la mujer con quien querría vivir o simplemente te quiero tanto que me engaño a mí mismo creyendo que lo supe siempre. No sé si me toque verlo pero realmente deseo que nuestro hijo tenga la misma suerte que yo tuve al encontrar a alguien que supiera lo que buscaba y me hiciera parte de su plan de vida; que me apoyara y a su  vez me buscara cuando necesitaba fuerzas, pero sobre todo que compartiera gustos conmigo y comprendiera aquellos que no tuvimos en común.

Ya no me quedan muchas cosas tangibles de mi juventud, desde que nos mudamos no he tenido mucho contacto con mis hermanos, los amigos se hicieron pocos por tantas razones, nuestros hijos a quienes dedicamos tantos años ya viven sus propias familias y pocas veces vienen a vernos. Ni qué decir de mis papás, de quienes solo tengo sus palabras, unas de ellas lo que papá me adivirtía:  al final todos se van a ir y sólo quedan dos, hoy estamos así.

Tengo miedo de decirlo, por eso lo escribí, pero creo que ambos sabemos que no podré cumplir mi promesa de estar siempre contigo, no es noticia para ninguno de los dos que todo apunta a que seré yo quien me vaya primero de este mundo. Quiero disculparme desde hoy por obligarte a pasar los últimos años de tu vida recordando el día que nos conocimos, el día que aceptaste ser mi novia, la vida de casados y los primeros años de nuestros hijos cada que veas a nuestros nietos; pero no soy nadie para ir en contra de esta cruel ley de vida.

No es que vea el final de cerca, simplemente me ha abordado el sentimiento en estos días que me he puesto a ver desde dónde venimos y decidí que estaría más tranquilo sabiendo que escribí todo lo que eso me hizo pensar. Sea poco o mucho lo que resta, quiero seguir pasando por ello contigo como siempre lo hicimos, pasando cada día sin olvidarme de recordarte lo mucho que te quiero.