Es muy bonito es esto de llevar una materia donde te obligan a escribir, me ahorran la búsqueda de un tema y además me permite hacer mi tarea mientras escribo en mi blog. Quizás el único inconveniente sea que estoy limitado a media cuartilla.
En este ejercicio hubo que leer un discurso de Gabriel García Márquez llamado Botella al mar para el dios de las palabras, el cual fue leido anta el I Congreso Internacional de la Lengua Española en Zacatecas el ya lejano año de 1997 y que por cierto causó cierta polémica. La actividad consistía finalmente en escribir mi opinión sobre el tema en esa asfixiante media cuartilla.
En este ejercicio hubo que leer un discurso de Gabriel García Márquez llamado Botella al mar para el dios de las palabras, el cual fue leido anta el I Congreso Internacional de la Lengua Española en Zacatecas el ya lejano año de 1997 y que por cierto causó cierta polémica. La actividad consistía finalmente en escribir mi opinión sobre el tema en esa asfixiante media cuartilla.
¿Cuál sería tu propia opinión sobre el mismo tema del que habla el autor?
El español ha cambiado mucho a lo largo de su vida, tenemos un sin fin de ejemplos siendo el verbo hablar uno de ellos, siendo su origen el verbo fablar del latín y que con el tiempo el castellano enmudecio la efe. Son estos cambios los que García Márquez refiere en su discurso Botella al mar para el dios de las palabras, modificaciones a las palabras que en un principio pueden parecer errores garrafales pero con el paso de los años se vuelven más naturales que la misma forma que les dio vida.
Sin embargo permitirle libertad no significa dar rienda suelta a todos los que usamos el idioma para tratarlo como ropa interior que cada cual respeta según sus propios valores, donde algunos se las quitan ante la menor probabilidad de tener relaciones o satisfacción personal y otros a su vez condenan cualquier forma de experimentar, relegándole esta oportunidad a una etapa más formal donde los únicos autorizados para hacerlo son los reconocidos por una ley que no logra seguirle el paso al tiempo.
Parece imposible que tengan futuro modismos como nta (neta), después de todo las reglas de ortografía vienen de nuestra propia habilidad para producir ciertos sonidos, por eso escribimos empanada en vez de enpanada y la mayoria de nosotros vamos a samborns y no a sanborns. Son estas mismas habilidades las que nos hacen agregar una ese a leiste, hiciste, viste. No existe mejor juez que ellas para decidir lo que se cambia y lo que permanece igual.
Si el reflejo de una cultura es su idioma, no hay que irse a lo extremos del recato y la experimentación, dejemos que la lengua nos siga a donde vamos y tal vez un día sí exista lo que algunos extranjeros llaman, refiriendose a nuestro idioma, mexicano. A final de cuentas así es como nació nuestro español como lengua romance, del conjunto de dialectos vernáculos del latín vivo hablado en las diferentes provincias del imperio romano.
Sin embargo permitirle libertad no significa dar rienda suelta a todos los que usamos el idioma para tratarlo como ropa interior que cada cual respeta según sus propios valores, donde algunos se las quitan ante la menor probabilidad de tener relaciones o satisfacción personal y otros a su vez condenan cualquier forma de experimentar, relegándole esta oportunidad a una etapa más formal donde los únicos autorizados para hacerlo son los reconocidos por una ley que no logra seguirle el paso al tiempo.
Parece imposible que tengan futuro modismos como nta (neta), después de todo las reglas de ortografía vienen de nuestra propia habilidad para producir ciertos sonidos, por eso escribimos empanada en vez de enpanada y la mayoria de nosotros vamos a samborns y no a sanborns. Son estas mismas habilidades las que nos hacen agregar una ese a leiste, hiciste, viste. No existe mejor juez que ellas para decidir lo que se cambia y lo que permanece igual.
Si el reflejo de una cultura es su idioma, no hay que irse a lo extremos del recato y la experimentación, dejemos que la lengua nos siga a donde vamos y tal vez un día sí exista lo que algunos extranjeros llaman, refiriendose a nuestro idioma, mexicano. A final de cuentas así es como nació nuestro español como lengua romance, del conjunto de dialectos vernáculos del latín vivo hablado en las diferentes provincias del imperio romano.
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